martes, 19 de mayo de 2009

FRAGILIDAD


"En un mundo descomunal

siento mi fragilidad"


Lucha de Gigantes. (Antonio Vega)


El equilibrio era difícil, pendía de cosas tan livianas como la cabeza de la cerilla que se rompe encendida cuando queremos prender el gas para hacernos el café; de una sombra que se nos cuela en el último sueño, cuando ya el canto del mirlo nos hace presentir el día. Bastaba un escalofrío al entrar en la ducha para que el mundo se le cayera encima y tenía que hacer acopio de todas sus fuerzas y ponerse a buscar en algún sitio, una razón que le impidiera coserse los ojos y el corazón con cuchillas de afeitar. Pero no siempre era el abismo y el miedo. A veces el mundo era un inmenso regalo creado exclusivamente para ella, y entonces se creía capaz de todo. No necesitaba dormir ni comer. Los días se le volvían escasos para sentir, percibir, soñar y el final entraba en un espacio de delirio y ansia insatisfecha que la dejaba tirada, como un trapo sucio en mitad de la noche. Si, el equilibrio era difícil.
Esa madrugada heló, aunque era casi mayo heló y el rumor de motor viejo que hacía la ciudad al despertarse la sorprendió en un rincón del parque, con la espalda pegada a un castaño de indias y los ojos como platos, enrojecidos de frío y de mirar las sombras. Llevaba días ¿cuantos? deambulando por calles, parques, estaciones de metro, cementerios, bares. Hablando con todos, llorando con todos, abrazándose a todos. Pero ya no más. Ahora quería estar sola. Sola y quieta. Sola y callada. Tenía frío. De repente se dio cuenta de que tenía mucho frío y quiso levantarse, pero las piernas no le hicieron caso, entumecidas de escarcha e inmovilidad. Tuvo un momento de pánico. Pensó: ya nunca más podré caminar. Se chupó un dedo y dibujó con él una cruz en cada una de las piernas Un gesto absurdo aprendido de su abuela. Enseguida un doloroso hormigueo. La sangre volviendo a correr, tumultuosa, por sus venas. Salió del parque. Estaba amaneciendo. Tenía ganas de volver a casa. En la rama de un espino, el rocío le ponía brillos a una tela de araña. Lo tocó con la punta de sus dedos. Se deshizo. Si, el equilibrio era difícil.

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